Formar parte de Venus “es formar parte de algo donde lo afectivo, el deseo, la producción y lo social se amalgaman, se suman y multiplican. En este sentido lo político, lo afectivo, lo tecnológico y lo artístico forman parte de lo mismo”.
En el año 2001, el mismo año que estallaba la crisis social más cruda que viviera Argentina luego de una larga y devastadora década de despojo neoliberal, surgía en Buenos Aires el Proyecto Venus (2001-2006) . Impulsado por Roberto Jacoby y una serie de personas vinculadas a la escena artística local, el sistema de intercambios concebido bajo ese nombre tomaría forma a partir de dos estrategias intercontectadas. Por un lado, la puesta en circulación de una moneda propia, el venus, destinada a moverse entre los miembros de un poroso colectivo –unas 70 personas al inicio que ascenderían a 500 en 2006– quienes podrían usarla para intercambiar objetos materiales y simbólicos de toda índole. Por el otro, una plataforma virtual –un sitio web open source– en el cual se anunciarían y visibilizarían los intercambios propuestos por los integrantes del grupo y por medio del cual una
serie de observadores –más o menos distantes– podrían atestiguar el desenvolvimiento de las transacciones en juego y las distintas instancias de interacción y participación –virtuales y/o cara a cara– a las que el experimento iría dando lugar.
En el año 2001, el mismo año que estallaba la crisis social más cruda que viviera Argentina luego de una larga y devastadora década de despojo neoliberal, surgía en Buenos Aires el Proyecto Venus (2001-2006) . Impulsado por Roberto Jacoby y una serie de personas vinculadas a la escena artística local, el sistema de intercambios concebido bajo ese nombre tomaría forma a partir de dos estrategias intercontectadas. Por un lado, la puesta en circulación de una moneda propia, el venus, destinada a moverse entre los miembros de un poroso colectivo –unas 70 personas al inicio que ascenderían a 500 en 2006– quienes podrían usarla para intercambiar objetos materiales y simbólicos de toda índole. Por el otro, una plataforma virtual –un sitio web open source– en el cual se anunciarían y visibilizarían los intercambios propuestos por los integrantes del grupo y por medio del cual una
serie de observadores –más o menos distantes– podrían atestiguar el desenvolvimiento de las transacciones en juego y las distintas instancias de interacción y participación –virtuales y/o cara a cara– a las que el experimento iría dando lugar.
To form part of Venus “is to form part of something where emotion, desire, production and the social combine, are added to and multiplied. In this sense the political, the emotional, the technological and the artistic all form part of the same.” In 2001 -the same year in which a long and devastating decade of social plundering finally led to the explosion of the most severe social crisis ever experienced in Argentina- Projecto Venus (2001-2006) emerged in Buenos Aires, launched by Roberto Jacoby and a series of individuals linked to the local art
scene. The system of exchanges created under that name was to take form on the basis of two interconnected strategies. On the one hand, the launch of their own currency, the venus, destined to circulate amongst the members of a porous collective – some 70 people at the beginning, growing to 500 by 2006 – who could use it to exchange symbolic and material objects of all sorts. On the other hand, a virtual platform – an open source website – in which the exchanges proposed by the members of the group would be announced and given visibility. Through the latter medium, a series of more or less distant observers could bear witness to the development of the transactions at play and the different instances of virtual and/or face-to-face interaction and participation that the experiment brought about.
scene. The system of exchanges created under that name was to take form on the basis of two interconnected strategies. On the one hand, the launch of their own currency, the venus, destined to circulate amongst the members of a porous collective – some 70 people at the beginning, growing to 500 by 2006 – who could use it to exchange symbolic and material objects of all sorts. On the other hand, a virtual platform – an open source website – in which the exchanges proposed by the members of the group would be announced and given visibility. Through the latter medium, a series of more or less distant observers could bear witness to the development of the transactions at play and the different instances of virtual and/or face-to-face interaction and participation that the experiment brought about.