La teoría del valor, tal como Marx la reformuló, puede ser vista como una teoría que habilita una doble perspectiva: la que a partir del despliegue de los automatismos del capital permite comprender el sistema económico en su conjunto; y la que considera las circunstancias que hacen a la vida de los trabajadores, buscando las señales de lo que prolonga la vivencia de la explotación en una respuesta de clase efectiva. Como sabemos, el corazón de la teoría del valor es la noción de trabajo: en la sociedad organizada por el mercado capitalista, es en la mercancía fuerza de trabajo donde se encuentran y chocan entre sí las determinaciones estructurales del capitalismo con el mundo social vital de quienes producen la riqueza social. De ahí, el carácter dual del trabajo (analizado por Marx en el famoso capítulo 1 de El Capital), que remite, por un lado, a la actividad concreta que produce valores de uso y cuyo presupuesto es la mutua dependencia y la convergencia cooperativa de quienes trabajan para satisfacer las necesidades comunes; y por el otro, al proceso que produce valor de cambio, que surge del trabajo funcionalmente organizado para el rendimiento del capital. Nuestra intención es reflexionar en este artículo sobre el modo en el que se articulan diversas ideologías en la actualidad en torno a esta división fundamental de las sociedades capitalistas.
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