Uno de los temas más discutidos al interior de las corrientes críticas fue, precisamente, aquel que las tenía como objeto de reflexión. Diversos teóricos del humanismo universal, del liberalismo radical, del marxismo y el anarquismo se han preguntado por las posibilidades de la crítica toda vez que ella se vio obligada a resolver su dilema interno, esto es, el hecho de que debe criticar aquello de lo que es parte. A lo largo del siglo XX se ha reflexionado sobre el sujeto de la crítica y sobre su potencialidad en una sociedad alienada, entre vanguardismos optimistas y estilos que dudaban de la capacidad de establecer una orientación cuestionadora desde una franja separada y exterior a la experiencia misma. Dilema irresuelto, al fin, pues aun hoy nos preguntamos cómo es posible quebrar el continuo del progreso sin recaer en anacronismos ideales ni en moralismos abstractos. Gisela Catanzaro traza, para explorar este derrotero, un vínculo entre Ezequiel Martínez Estrada y Theodor W. Adorno, encontrando un diálogo posible entre la “microscopía de la porteñidad” y los “microorganismos de la vida dañada”. Entre uno y otro intento por comprender aquello que yace encerrado en lo “no verdadero” de la totalidad, se cifran las perspectivas de una redención colectiva.
Palabras clave: Ezequiel Martinez Estrada , Theodor Adorno , Critica , Moral